La verdad muerde y duele.
Cada pueblo tiene lo que se merece. La frase tan repetida por el cubano de a pie muestra tal como una fotografía los estigmas, que a los ojos de los hombres libres del mundo, se aprecian en la frente de cada cubano. El nacido bajo esta bandera fué desmembrado meticulosamente de sus valores patrios, gracias a una cirugía política realizada por un preparado colectivo de ideólogos de la maquinaria comunista dirigida por su máximo líder: Fidel Castro Ruz. A través del programa educativo cubano, así como de sus medios informativos de prensa oral y escrita se estableció como prioridad inculcar en la población, una máxima que pasó a formar parte indisoluble de la conciencia de los nacidos en esta tierra. La tarea estaba hecha por los aguerridos barbudos que descendieron de las montañas, lo único que quedaba al pueblo por hacer era contribuir a mantener lo logrado. De ahí surgió el germen destructivo de una filosofía particularmente dañina en la media de los cubanos, no era necesario luchar por lograr mantener las libertades elementales de que disponían sino que la merma continua de las mismas perseguían el objetivo de perfeccionar la lograda, pero, ¿qué era esta libertad lograda por la nueva pléyade de jóvenes revolucionarios?. ¿Quién marcaba las pautas conceptuales de libertad a partir de 1959?. El mismo ser omnipotente, inalcanzable, archicapaz: Fidel Castro Ruz.
Sumado a esta política entró en acción un sistema de razzias progresivas contra todo aquello que pretendiera cuestionar el planteamiento oficial y para ello sirvieron de profesores quienes disponían de una experiencia sin par en la represión, los miembros del estado proletario más grande del mundo, la URSS. A través de todo un entramado de organizaciones políticas perfectamente engranadas, entre las que podemos señalar, PCC, UJC, UPC, FMC, CDR, CTC, FEU, FEEM, entre otras, se abatió cual tempestad sobre la población cubana, un sistema de control de cada uno de sus movimientos que ha funcionado a la perfección durante casi medio siglo, todo ello fortalecido por un sistema represivo directo a través de la PNR y la DGSE, que procedían de inmediato contra quienes se apartaban de la delgada línea de legalidad impuesta por el gobierno. Las generaciones de cubanos cuya adolescencia pudo contemplar la alborada verdeolivo, se vieron inmersos en una vorágine de acontecimientos que no les daba tiempo a respirar y mucho menos a pensar. Al contrario, tenían que aprender a pensar bajo las directrices del máximo líder y sus lecturas fueron dirigidas y muy bien escogidas. Todo con un fin, la creación de un autómata incapaz de generar otra idea que no fuera la que emanara del cerebro del autoproclamado Comandante en Jefe. Es elemental que quién accedió a gobernar un país por la vía armada tenía que blindar su posición y era lógico esperar que no daría posibilidad alguna a unas elecciones libres.