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ANÁLISIS DEL MEDIO SIGLO

Enviado el 11 enero, 2009 en Cuba,Varios por menendag05

MI ANÁLISIS DEL MEDIO SIGLO

Diciembre del 2008

Está de moda formular análisis, que basados en la experiencia personal, el conocimiento de la realidad y la cultura histórica contemporánea expresen un enfoque analítico de un evento que por su trascendencia, tanto en el ámbito nacional como internacional, será motivo de estudio durante mucho tiempo. El origen, evolución,  situación actual y futuro de lo que se ha dado en llamar “ Revolución Cubana “ es un fenómeno tan controvertido y complejo que cualquiera que sea el observador que lo intente encontrará inevitablemente, en las fuentes que consulte, en los recuerdos que atesore o en los oráculos que le inspiren una confusa mezcla de sueños y realidades, de metamorfosis pragmáticas condicionadas y a la vez condicionantes de un prolongado devenir histórico, donde se mezclan en partes alícuotas viejas ansias de justicia, modestas pero honestas inquietudes y posturas con frecuencia  conducentes a la entrega y el   sacrificio, con la megalomanía, el narcisismo, la egolatría y el misticismo que desde tiempos inmemoriales han adornado a los profetas conductores de eventos de este tipo.

Si pretendiéramos observarlo desde un enfoque simplista y pretendidamente imparcial que colocando en bandos opuestos contradictorios intereses clasistas (un poco a lo Marxista) dejaríamos fuera del análisis una fabulosa  cantidad de realidades que entrelazadas con esa esencia conforman un panorama, mucho más complejo.

 

La incapacidad del mundo desarrollado y sus modelos para revertir la objetividad contemporánea, concepciones ideológicas a parte, es una realidad inobjetable. Lastrados por el egoísmo y la avidez y el desconocimiento intencional y absurdo de esa materialidad no es posible alcanzar el imprescindible equilibrio distributivo de los bienes, sin el cual, no se conseguirá la estabilidad económica, el progreso colectivo y el devenir de una sociedad más justa y estable, cuya ausencia resulta entonces en la génesis de proyectos populistas, que ignorando también las leyes inviolables del sistema terminan precipitándoles en la catástrofe, la decepción y las frustraciones .

No estamos hablando del igualitarismo (que ya dijo Cicerón es la peor de las desigualdades). Pensamos en un mundo que provisto de increíbles avances tecnológicos e inmensos recursos aun sin explotar convive con la miseria injustificada que solo puede conducir al holocausto. Una contemporaneidad indiferente ante una verdad, que finalmente puede minar su propia perdurabilidad y una actitud ajena a la comprensión de esa evidencia.

En nuestro caso, como ocurre cuando se analiza un fenómeno situándolo en su contexto particular, lógicamente concurren condiciones propias.

Numerosas citas bibliográficas concuerdan en que los patrones éticos y emocionales que conformaron el pensamiento de las generaciones que vivieron en la primera mitad del Siglo XX estaban maculados por una larga experiencia relacionada con la deshonestidad de los partidos, de sus liderazgos decepcionantes y su sometimiento a los intereses foráneos. Desde los Mambises que transformando las cargas al machete en lucha por  el poder político, manchando su ropaje histórico, dominaron durante los primeros lustros, las nuevas y sucesivas hornadas que surgían bajo su propio manto protector hasta los que en un clima más democrático lideraron el periodo previo al Batistato, muy pocas excepciones podrían citarse que salvaran la honrilla. Siete años de Dictadura colmaron este estado de conciencia y en conjunto, ellos y sus predecesores fertilizaron el campo de lo que vendría después.

 

 La presencia de una imagen romántica y legendaria rodeada de  un halo mesiánico, que propugnaba ya desde los montes una reestructuración de la sociedad.

La frustración acumulada de promesas incumplidas y la espera, consciente o inconsciente del surgimiento de un profeta político…

La materialización en un presente propicio de una imagen onírica que presidía un anhelo y una tendencia subliminal a la necesidad de un Mesías que tomando las riendas condujera el carro de la nación por caminos más seguros, fueron factores subjetivos que propiciaron el desbordante apoyo generado.

Desde muy temprano era evidente que el liderazgo serrano no estaría dispuesto a compartir su proyecto. La precoz exclusión de otros movimientos que transitando también la lucha armada pretendían un pedazo del pastel, la omisión o eliminación de aquellos, que aun con el rango de células importantes dentro del tejido propio pretendían un camino más concordante con las expectativas que les motivaron y la inclusión de un PSP carcomido, poco representativo y con una muy limitada participación en la batalla precedente  como segunda fuerza política, más que un sutil presagio, retrospectivamente resulta fácil ubicarlo como un destino manifiesto .

La perspicacia y la innegable visión de futuro del caudillo le permitían comprender que su enfrentamiento, mezcla de empecinamiento personal, de concordancia con su visión cosmogónica y de un diseño que esencialmente integraba como meta fundamental su proyección universal como líder de un justificado y universalizado sentimiento anti yanqui, requerían, como base de sustentación el apoyo incondicional del otro polo de una “guerra fría” que inevitablemente contemplaba la alianza con su representación local como aval indispensable para su credibilidad .

Desde mi visión personal, no se trataba de un Marxista convencido, de un apologista del modelo, que al volante de un poder absoluto e indiscutido materializaría un viejo y ya gastado sueño. Simplemente la ruta que se proponía como ingeniero social y la meta que anhelaba como destino final, convertirse en imagen paradigmática destinada a la transformación del mundo, pasaba inevitablemente por la alianza con los que, en el plano teórico, transitaban la misma ruta, independientemente de la conformidad o las aspiraciones de los supuestamente transformados . Cualquier limitación o renuncia, sacrificio o pesadumbre que impusiera a sus coterráneos esta paradisíaca quimera estaría justificada.

Su abrumadora y carismática personalidad le aportaba un aval inagotable y esta congénita característica no solo convenció en su entorno cercano sino que atravesando fronteras geográficas e ideológicas lo catapultó a un protagonismo internacional que salpicando de guerras y conspiraciones los más disímiles teatros, sustentando sus gestas con el apoyo material de los aliados y la conquista de una intelectualidad progre, que desde sus cómodas poltronas le ensalzaron y acreditaron convirtiéndole en paladín de causas justas, colmaron su ego y subestimaron cualquier duda interna sobre la validez del propósito .

La pretensión de parabolizar en unas cuartillas el inmenso contenido y la significación de este tránsito vital para nuestro país, requeriría de un inabarcable poder de síntesis, de un complejo sistema de evaluación de eventos, que a futuras generaciones les resultaría difícil comprender.

Incluso habiendo sido parte y testigo, cuando volvemos la vista atrás, más parece un relato bíblico que una realidad transitada. Tan absurdas parecen algunas de aquellas pretensiones, que solo trasmutando nuestra personalidad y homologándola con la del iluminado que las engendró pudieran adquirir sentido real.

Lo que si está claro para mi es que los eventos (sufragados por la inagotable fuente  del único colonizador de la historia explotado por su colonizado) , que se convirtieron en banderas de éxito y en cierta medida en realidades, no contenían en su génesis un sentimiento y un enfoque resolutivo de la problemática social. En esencia, eran, una habilidosa maniobra para llamar la atención y conseguir protagonismo en un mundo cruel y deshumanizado, sin esperanza de futuro y donde logros de esta índole, se convertirían en fértiles caldos de cultivo donde sembrar la semilla que fructificaría en aras de la consecución de su verdadero sino, su conversión en redentor y líder excelso del siglo XX.

Si el precio a pagar incluía, la desintegración de la economía y su conversión en un desastre, la escisión de la familia, la pérdida de valores que conducirían a la quiebra de una ética social, con defectos, pero original y propia de nuestra nacionalidad , la concusión en el terreno de las libertades y los derechos, de la individualidad y la independencia de criterios, la supeditación a un pensamiento unipersonal ortodoxo e intolerante, que sin enseñar sus cartas siempre jugó su propia partida, en realidad, poco le importaba.

Si algo reconozco en esa personalidad es una inteligencia y una visión a largo trecho más allá del común de las gentes. Como compatibilizar entonces su pragmática y comprometedora estrategia sin considerar la expectativa reconocible y previsible de sus resultados       

La confusión que ha generado en el terreno de la apreciación del fenómeno es de tal envergadura, que a pesar de la evidencia del fracaso del modelo económico adoptado, del derrumbe estruendoso de las ideas que a nivel universal le dieron cuerpo, del inmenso sufrimiento y la desgarrante realidad que impera en nuestra sociedad. A pesar de la convicción de que en esta etapa la única motivación que sustenta la continuación dinástica es el mantenimiento del poder a ultranza, que salpica con gigantescos coletazos de corrupción a la cúpula gobernante y sus beneficiarios , increíblemente, trasnochados progre, voluntariamente ajenos a  esta realidad, democráticos gobiernos, incluso de origen” izquierdista” e infelices desinformados e inevitablemente condenados de muchos pueblos sumergidos en una pobreza apabullante, parece como si retrocedieran en la historia y pregonando virtudes que nunca existieron y logros obtenidos a tan alto coste que resultan heridas abiertas y sangrantes que tardarán muchos años en sanar, se empeñan en la resurrección de sueños fracasados y los ensalzan como si realmente en ese árido desierto que fue y sigue siendo la representación de la tragicomedia pudiera encontrarse algún oasis cuando en realidad no se trata más que de un espejismo.

Parece como si el desplome, aun sin solución a corto o mediano plazo, del modelo económico imperante, más que un evento previsto y conocido en la historia natural del sistema, diera la razón a sus críticos.

¿Pudiera ser un augurio de la anunciada desaparición del Capitalismo prevista por los teóricos Marxistas¿ ¿Y si así fuere, sería la abolición de la propiedad privada y la economía de estado la solución?

En lo que a mi refiere, para la segunda interrogante lo tengo bien claro. Esta variante ha probado su incapacidad durante suficiente tiempo para descartarla como solución integral. En cuanto a la primera, que tampoco ha demostrado poseer todos los atributos necesarios para enfrentar los retos de una globalización inevitable y la satisfacción de las expectativas del hombre  no tiene otra alternativa que modificarse, dentro de sus propias reglas fundamentales.

 

La situación actual de nuestro país atraviesa una etapa signada por contradicciones antagónicas y realidades que convierten en tortuosa y difícil la búsqueda de soluciones.

La historia de los últimos cincuenta años mantiene atrapada en sus redes los pensamientos, las aspiraciones y frustraciones, los sueños y las realidades de tres generaciones.

La más vieja, la que soportó el peso de los cambios y los contrastes, la que renunció a ambiciones personales y sublimó instintos y tradiciones arraigadas mas o menos convencida de la certeza del rumbo. Que ya, madura y formada en otro proscenio se enfrentó a una encrucijada con senderos opuestos y se vio forzada a elegir, renunciando en cualquier caso a fragmentos consustanciales con su devenir. Los que nutrieron el éxodo, por diferentes causas y motivaciones y los que enfrentaron el reto in situ, pagaron ambos altos tributos. Los que subieron al carro, salvo excepciones, sufrieron también las consecuencias, en el terreno material y de sus justas aspiraciones y en el campo espiritual, el fiasco de haber errado el  derrotero con el agravamiento de habérselo impuesto a sus descendientes.

Esta generación, cualquiera que fuese su ubicación y su destino, no está hoy en condiciones de definir el rumbo ni de marcar estrategias. Ni su consejo ni su experiencia son válidos. El mundo en que vivimos se rige por otros patrones. Las motivaciones que le impulsaron son solo historia y el futuro es patrimonio exclusivo de los jóvenes.

La intermedia tuvo pocas opciones. Presionada por un medio familiar que por convicción, o por el temor a disentir,  en una sociedad cerrada y privada de todo contacto con el mundo exterior que limitaba cualquier posibilidad de comparación, adoctrinada desde su niñez y sometida a los riesgos de una represión intolerante y ortodoxa que definía por él sus vocaciones y sus gustos su futuro y sus perspectivas y que establecía sin apelación los criterios éticos y las normas de convivencia, casi en buena parte, se acostumbró, al menos durante un tiempo a los límites de una horma que llenaba todos los espacios de su vida diaria .

La última, se desarrolla en condiciones distintas, donde la frustración de los adultos, la decepción de los convencidos y la desesperanza  de un cambio matizan un presente lleno de dificultades materiales y penetrado por un contacto, limitado, pero inevitable con el exterior. Las últimas dos décadas obligaron a la aceptación de la inversión extranjera y el turismo de lo que algunos se benefician y los excluidos se percatan de la existencia de una sustantividad, que aunque ajena, despierta su interés y les motiva. Los que comparten las ventajas del nuevo estatus y los que aspiran a integrar sus filas, pueden tener una actitud más pasiva, pero en general, pienso que la mayoría comprende la necesidad de cambios que yugulando la represión moral, intelectual y material que los agobia les permita acceder a nueva posibilidades.

Por el momento sigue primando el espíritu migratorio. La represión de las ideas, la limitación del acceso a una contemporaneidad abrumadora y alienante, que desde lejos, como el pico de un iceberg, muestra básicamente sus encantos y mantiene bajo la línea de flotación sus decepciones. La intolerancia de una ancianidad incapaz de reconocer sus errores, de renunciar a la manía del poder y de una juventud beneficiada por su cercanía, sumada al enfoque estratégico erróneo del vecino-enemigo, manipulada interesadamente por los que durante décadas han hecho de ello un rentable negocio que manipula votos decisivos y recibe a cambio sustanciosos ingresos. Con el respaldo ahora de una resurrección neo populista que metastiza alarmantemente en varios países del sufrido continente y  la música de fondo de una parte de la intelectualidad anquilosada en si misma, coaccionada o pagada, que resaltando los problemas reales e insoslayables de un capitalismo en decadencia ignora que la versión contrapuesta es solo un canto de sirenas que nunca fue capaz de transformarse en una contrapartida elegible

Un carnaval de medio siglo está llegando a su final. Carrozas engalanadas con mustios ramos pretenden trasmitir la ignorancia, de que en el coche fúnebre que transita con ellas se trasladan los restos de un ideario cuyo colofón encierra un amargo pero vital magisterio. Es posible y necesario luchar por una sociedad más justa, pero el marco referencial no se encontrará, ni en el catafalco, que debe sepultarse y olvidarse, ni en los que resucitando, con los mismos fines, las viejas y carcomidas ideas pretenden encontrar soluciones milagrosas, olvidando que no vivimos en el paraíso, sino en un universo habitado por imperfectos y difícilmente modificables seres humanos 

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