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El goteo de la Clepsidra.

Enviado el 24 enero, 2008 en Varios por PorfinLibreYa

            ¿Quién no se ha fascinado ante un reloj de arena y a su propia vez, espantado por contemplar el lento, pero aplastante e irreversible fluir del tiempo?. En realidad, aunque se ha se llamado así a los relojes de arena, el nombre corresponde a los relojes de agua cuyos orígenes se pierden en ese mismo tiempo que ellos miden  y se encuentran difuminados entre mesopotámicos, egipcios, griegos, etc. El término actual deriva del griego klepsydra, que define hydro (agua) y klepto (robo), describiendo el elemental mecanismo de funcionamiento, la porción inferior roba el preciado líquido a la superior. Pero indudablemente la pronunciación del término es hermosa, quien la escucha por vez primera piensa en una flor.
            La Clepsidra se usó en la Grecia antigua en los tribunales para medir el tiempo señalado a cada orador, pero curiosamente alcanzó tal importancia que se podían ver en las principales ágoras, recibiendo por entonces el llamativo nombre de "Reloj del Pueblo". En la Roma de los césares tuvo un uso similar pero más extendido, pudiendo apreciarse de forma común en las legiones como regidores de guardias, marchas, etc.Ha formado parte de leyendas, predicciones funestas y sin lugar a dudas, se nos muestra a través de su nombre encantador como un perverso centinela que mide todos los eventos vivientes, algo así como el toque al unísono de las siete trompetas del Apocalipsis prediciendo el fin. Somos Clepsidras vivientes caminando hacia la expiración, hacia un desenlace no previsto pero esperado, como el final de las tiranías.
          Mientras los ojos espantados del resto del mundo aprecian a la mayor parte de los cubanos celebrar su particular Jacobeo tropical, que es en lo que se han trocado las repetitivas festividades ante el menor rumor de la muerte del Huno que rige los destinos de nuestra ínsula desde hace cinco decenios, otros contemplan apesumbrados el cada vez más parecido hablar del líder a la jerga nativa de los verdaderos hunos: el túrquico. Los ineludibles seseos, el desagradable batir de las prótesis dentarias y el persistente esfuerzo de las secreciones salivales a las que nos condena el agotamiento de nuestra anatomía por envejecimiento, ofrecen una visión muy cercana a la lástima para muchos de quienes observan las últimas trasmisiones televisivas del anciano aferrado a arcaicos postulados marxistas en medio de un mundo más contaminado, recalentado o con cuanto defecto se le quiera señalar pero irremediablemente más libre. Quienes no le sufrieron y sobre todo los que vivieron y aun lo hacen a su sombra, ven afligidos el simbolismo del batir de las octogenarias mandíbulas como la premonición de la cercana conclusión de sus prebendas, de los innumerables privilegios propios de reyes con el que han vivido gran parte de sus vidas al margen de un pueblo arrojado entre consignas al pozo de la miseria. Ellos no podrán aceptar jamás que lo que para su grupo de serviles pero bien remunerados ejecutores del tirano es una indiscutible pérdida, para el resto de los cubanos pronostique el fin de una etapa funesta para la Perla de las Antillas.
       He apreciado el uso continuado por parte de periodistas del exilio, del término Ergástula castrista, quizás intentando adornar de forma lírica su significado de cárcel lóbrega, pero a decir verdad el cubano de a pie es más sencillo, menos culto pero más certero, nada de ergástulas, han escapado millones por vía marítima, aérea y conociendo la inventiva del nativo no me extrañaría que hasta por teletransportación (¿es que es más díficil el dominio de los átomos que robar carne del matadero de Luyanó?), pero aun viven casi doce millones en el campo de exterminio más extenso del mundo. Con cada imagen televisiva del tirano con su cada vez más despoblada barba, donde los vellos semejan puntales heroicos sosteniendo unos carrillos al borde del derrumbe, la cúpula gobernante nos muestra su propio final. Sí, a pesar de los agónicos aletazos del más longevo presidente anticonstitucional del planeta, el agua entra a borbotones en el casco de su maltrecha barca llamada Revolución.
     Los que preconizaban la austeridad como virtud necesaria para la obra mayor, una Cuba mejor, se vieron atrapados hasta sus vértebras cervicales por la corrupción más vil y rastrera, que es la que se lleva a cabo en medio del clamor del hambre y la necesidad de una nación. Han sucumbido a sus propios preceptos, creyeron alguna vez que de consignas se podía alimentar el alma y se vieron ante los engañosos espejos de su propia publicidad como titanes. Lo que no percibieron a tiempo es que se alejaban a pasos de gigantes, como si sus botas de procedencia soviética lograran las siete leguas de nuestros cuentos infantiles, de la imagen de aquellos que si forjaron nuestra independencia y verdadera soberanía, los héroes de la manigua mambisa.
 Y ahora, replican angustiados por la proximidad del derrumbe de su castillo de naipes verdeolivo. Espantáos mundo de nuestras festividades, de nuestra tendencia a asumir un derecho de esclavos, celebrar la muerte de quien puso grilletes a nuestra libertad. Pero no celebramos solo eso, festejamos la angustia de aquellos que un día creyeron que las clepsidras habían detenido por un momento el indetenible decursar del tiempo.
                          Porfin Libre

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