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Fantasías en bicicleta.

Enviado el 19 enero, 2008 en Cuba,Varios por PorfinLibreYa

   Hay noches que me agrede la nostalgia y hoy es una de ellas. Me pregunto que hago a miles de kilómetros de distancia del café de mi vieja, de las visitas de los domingos al cementerio para hablar con el abuelo y así, de pie y en firme como en la primaria,  confieso que me debato entre dos variantes:

1) Correr como un loco por las calles de mi urbanización, sofisticada, alumbrada como si se vistiera con lentejuelas, pero sin mis socios sentados en la esquina, sin el viejo Bero vendiéndome un Popular a diez kilos, sin los gritos de Esperanza a los nietos.

2) Ponerme a contemplar como se deslizan dos lágrimas por este rostro de cuatro décadas con una arruga `por cada cosa que dejé atrás.


   Debo ser honesto, a decir verdad, este año he recibido más regalos que cuando cumplí doce y quizás por ser el último que me tocaban los Reyes Magos por la libreta, la vieja se esmeró y se pasó cuarenta y cinco días en la cola para comprarme una bicicleta checa, roja como la insignia de la Europa del Este pero realmente una belleza. Además le compró a Enma, su amiga, un pantalón de los que le habían mandado del "norte" al hijo para los quince de la hermana. Fueron los últimos reyes, de veintiséis de julio porque los del seis de enero ya habían borrado de su itinerario el destino Cuba. Aquellos fueron memorables, con mi flamante bici  paseando por delante de la casa de Zulema, mi novia (ella no lo sabía, pero yo sí) a lo Paolo Rossi y con un pantalón de lástex del Yuma. Lo último, el guan del guan, con las botas rusas con tacón Hollywood y unas motas cubriendo las orejas, como dos alerones de un IL-62 en pleno despuegue. El butin, el chamacón en franco despliegue de testosterona apenas sofocada en la intimidad del baño, porque debo reconocer que a partir de esa edad la vieja tendría que llegar a una conclusión, o su hijo se estaba volviendo demasiado aseado por la duración del aseo diario o se estaba literalmente matando a …, ya ustedes saben. Vamos nadie lo dice ni lo reconoce pero ahora que somos padres, comprendemos lo tonto que eramos al creer que engañabamos a los nuestros. A decir verdad lo de la bicicleta me duró poco, pues a unos meses de mi estreno en el ciclismo amateur categoría ligón sin éxito del barrio, los viejos se adelantaron a la Universal Pictures y recibieron una "Proposición Indecente" de un vecino del barrio. Él vecino no era Robert Redford ni mi vieja Demi Moore, así que el asunto fue otro, nada más y nada menos que la bicicleta. El viejo Antonio, el Edison de mi cuadra, porque hay que ser justo, reparaba lo mismo una lavadora Aurika que un refrigerador General Electric sin planos ni nada, le propuso a los viejos que les cambiaba mi bicicleta por un radio alemán, de la RDA además. Recuerdo esa tarde cuando llegué a casa con la bici y tras pasarle un paño, llevarla por el estrecho pasillo al patio y aparcarla como Dios manda, el comentario seco y debo decirlo apenado de mi padrastro: Nos cambian la bicicleta por un radio.La vieja se hizo como la que no oía desde la cocina, quizás evitando mirarme. Miré a la bicicleta como Alejandro a Bucéfalo y supe que estaba perdida. La bicicleta contra Tejedor y Luis a las cinco de la tarde para la vieja, la hora con Gardel a las seis para mi padrastro y a las ocho y treinta Nocturno con los Fórmula V, Los Brincos, Nino Bravo, Massiel y a las nueve más bajito otra vez para mi padrastro, La Voz de las Américas. Allí estaba, al lado del naranjo con su rojo sangre, yo diría que bufeaba, tal vez era mi imaginación pero tras un breve análisis, respondí: Está bien, la cambiamos.
 La casa cambió. A las cinco de la tarde se comenzó a oir: Vagandooo, voooy por el mundo sin aliento, para calmar el sufrimientooooo, que tanto me hace padecerrrrr. A las seis: Barrio plateado por la luna, rumores de milonga que es toda mi fortuna, y a las ocho y treinta aquellos que se desgañitaban con un sorbito de champán, pero ese año se me fué la inocencia tras una bicicleta roja.
 Hace dos años, iba por la avenida comercial y ví una bicicleta roja. Me la compré ante la estupefacción de Candela y su insistencia de para que carajo quería yo una bicicleta, pero me la compré y hoy la guardo en el garaje como una reliquia. Candela me dice a menudo que estoy loco. ¿Creen que estoy loco porque me compré mi bicicleta roja?.
 Pues este año vi a mi madre tras diez largos años sin su café y su beso. Hace unos meses regresó a Cuba y cada vez que veo sus chancletas en el vestidor tengo que hacer un esfuerzo para no gritar: ¿Vieja, estás descalza?. Ahora me llegó mi hija y me volvió la mitad del alma, aun tengo el varón allá y creo que nunca estaré completo porque siempre me faltará el socio que se fue, el que se quedó, el que se murió, ná, que la vida es un constante extravío de sentimientos y afectos, pero caray, lo que nos tocó a nosotros es de fuma que se apaga.
 Por eso Candela dice que se buscó un cubano loco, que guarda una bicicleta roja que llama a veces Bucéfalo y otras Rocinante, pero no sabe que en esa bicicleta está montando la infancia de un niño que un día traicionó a su bicicleta por los suyos, que si hoy pudiera intentaría recuperarla porque en ella están colgados sus sueños, una sonrisa de Zulema y un te quiero, mamá.
  Hay noches que estoy triste y esta es una de ellas.
             Porfin Libre

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