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Los verdaderos y actuales problemas del mundo

La Humanidad afronta hoy día, como nunca antes en su historia, muy serios problemas y conflictos para los que difícilmente se puedan avistar soluciones. Unas veces porque no se han encontrado y otras porque las soluciones parecen utopías. A continuación haré una reflexión, sin que el orden determine la importancia, sobre los que considero más importantes.

El más actual y sonado de esos problemas es el terrorismo neofundamentalista. Un indesable y detestable problema que ha surgido como un cáncer en unas heridas mal curadas y maltratadas. La explotación, el abuso, la humillación durante siglos de los pueblos islámicos por el mundo occidental y el hacerlos profesar su religión en condiciones casi clandestinas (esto es como una herida mal curada y maltratada) en buena medida son algunas de las causas que ha generado un sector extremista, fanático, incontrolado, lleno de odios y con objetivos funestos (el cáncer). ¿De dónde salió Ben Laden? ¿Quiénes fueron sus impulsores y principales mentores? La más reciente de esas heridas es la invasión y guerra en Irak, que ha exacerbado el terrorismo y lo ha hecho aparecer donde aparentemente no existía, hecho que se une al conflicto entre Israel y Palestina que parece no cicatrizar.

El mundo occidental tuvo y tiene mucho desgano por conocer mejor el mundo islámico, su cultura (¿cuántos libros de escritores de ese mundo se venden en nuestras librerías?), su historia y sus costumbres. Ha existido más propensión a divulgar (y hasta a veces mofar) sus costumbres diferentes, contrarias o a veces inaceptables para la sociedad occidental. ¡Como si después de las Cruzadas le hubiéramos dado tiempo a que su religión se desarrollara como lo han hecho las occidentales! No hay que olvidar que la Biblia tiene pasajes que resultan absurdos (Éxodo 35:2; Levíticos 11:6-8, 19:19, 20:10, 19:27, 24:19, 25:44), que si hoy nos rigiéramos únicamente por el Viejo Testamento tendríamos prácticas muy parecidas a las islámicas, que la Inquisición fue parte importante de los credos católicos, y que el Islam una religión más joven que el cristianismo.

Consideraciones aparte, hay que decir que no se ven soluciones a mediano plazo para erradicar este tipo de terrorismo porque actúa con una táctica para la cual las poderosas fuerzas armadas de los países más ricos no están preparadas: el enemigo está dispuesto a morir (y lo hace fanáticamente feliz) con tal de hacer daño. Y lo más curioso: parece que no tiene que ser árabe, sino que algún occidental convertido puede ser también el portador de esa guerra. Una guerra que no necesita tanques ni aviones, sino la fría y criminal decisión de un solo combatiente dispuesto a morir al poner una bomba en un ascensor público, un ómnibus, un aeropuerto, un metro o en cualquier sitio sensible.

Otro problema es la inmigración. Un asunto que el mundo rico no tenía entre sus previsiones después de décadas de expoliación en África, América Latina y Asia, y de conceder la independencia mediatizada a sus colonias (o quasi colonias) no sin antes dejar raíces de dominio sobre los principales recursos económicos de las mismas. Resulta que ha sido tanto el abandono y la indiferencia, ha llegado a tal punto la acción corruptora y la exploración, que la vida se ha hecho insoportable en esos países y sus habitantes buscan la salida y la esperanza en los países ricos, en las principales ciudades de los países que originaron su pesar. Solución: no hay plazo predecible si se mantienen los mecanismos actuales de ayuda a esos países. No se trata de inyectarles un poco de dinero, o condonar la deuda, o crear unas pocas escuelas, o importar unos pocos productos desde esos países. Una de las soluciones tal vez sea invertir in situ en condiciones decorosas para esos países, creando industrias, infraestructuras, y un sistema de mercado. Otra, quizás, sea que una parte importante de los rendimientos que resultan de sus recursos naturales (generalmente propiedad de compañías occidentales), se quede en el país para reinversión productiva y social, y que las materias primas sean pagadas a precios razonables. Pero esto es una quimera. Ningún gobierno de los países ricos tiene ni voluntad ni poder ante las grandes multinacionales, monopolios y compañías para hacer esto. Por eso soy de la opinión que el incontrolable avance de la inmigración será, entre otros fenómenos sociales y económicos, la que provocará transformaciones en los países y regiones receptores de inmigrantes y esto sí puede dar lugar a cambios que favorezcan el desarrollo de los países pobres. Los inmigrantes son pobres que, humilde y temerosamente, tocan la puerta del rico pidiendo pan. Si esos ricos, con su indiferencia y crueldad, no atienden esas súplicas llegará el momento que esos pobres golpearán y echarán abajo puertas para buscar lo que necesiten. El hambre es así.

Las democracias occidentales, que se han ido perfeccionando a tal punto que ya cuentan con toda un sistema para proteger al estado de derecho, tienen ante sí el mayor de los peligros que no proviene del terrorismo, ni de los brotes de corrupción ni de la inmigración. Ese peligro viene del desmesurado tamaño, concentración y poder de las grandes empresas, multinacionales, bancos y consorcios,  que controlan, además, los más importantes medios de comunicación del mundo. Muchas de esas empresas tienen más poder y recursos que importantes países. ¿Podrá la democracia occidental con ese poder fáctico? Cada día es más difícil controlar estas entidades, promotoras de corrupción, abusos al consumidor, impunidad, de la implantación de surtidos de productos y servicios ajustados a sus propósitos de lucro, desafíos a la justicia, desacato a las leyes. Son las que financian tras las bambalinas la llegada al poder de los partidos y políticos que protegen sus intereses, o las que torpedean a gobiernos si no cumplen sus designios o si sus iniciativas le son contrarias. No pueden los gobiernos de los países desarrollados con esta nueva fuerza que el liberalismo en la economía ha engendrado. Y no me estoy refiriendo (ni sostengo) a aquella profecía de Marx sobre la concentración del capital respecto a la creación de la fuerza proletaria que lo exterminaría, sino a un peligro práctico que ya en la actualidad reconduce importantes decisiones y leyes domésticas, y determina con frecuencia la política exterior de los países democráticos.

Como si fuera poco, el mundo tiene otro gran problema con el cambio climático, muy relacionado con la salvaguardia de los intereses de las mencionadas grandes compañías ante las cuales los gobiernos no se atreven a actuar. Acabaremos con la naturaleza, con el clima y con la atmósfera que respiramos, pero los intereses comerciales y económicos deben quedar intactos. Solo Europa da tímidos pasos para mejorar la situación y se da plazos que difícilmente bajan de 20 años. Una desenfrenada producción y sobreproducción de productos y servicios que luego que no son consumidos, son derivados a los países menos desarrollados y pobres que sirven de trastienda para cubrir residualmente los beneficios de esas grandes compañías a cambio de miserables precios de las materias primas.

Todos estos problemas tienen su expresión y reflejo en la pobreza y deterioro social de los países menos desarrollados y pobres. ¿Es más pobre hoy África que hace 20 años? Claro que sí. ¿Han mejorado sustancialmente las economías latinoamericanas desde la desaparición de las dictaduras militares? Algo, pero no para paliar de forma importante la pobreza.

Por último, nos avecinamos a cambios en la hegemonía económica y hasta política del mundo. Como van las cosas, en 50 años tendremos a China como el poder económico más importante del mundo. Y ya de hecho el mercado está inundado de sus emisarios, con sus comerciantes bajo un encubierta dirección estatal, sus productos, su capital comprando entidades y acciones. La libre circulación de capitales y mercancías se ha tornado en contra de sus promotores. Por ejemplo, ya han borrado serenamente la industrial textil europea. Así lo harán con otros sectores, ahora con precios irresistibles y mañana con los que ellos fijen. La India continuará progresando y participará en esta repartición de poder. Y no olvidemos a Rusia, de la que resurgirán intenciones hegemónicas.

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