Apenas cien metros (cuento)
No me lo puedo creer, estoy en el barrio. Sí, allí está la pizzería y al doblar, mi calle. No puedo expresar lo que siento, al fin tras tantos años de nuevo pisaré mi calle, esa estrecha franja de apenas ochenta metros donde en cada poste del tendido eléctrico dejé colgada una sonrisa. El corazón me late con una frecuencia inusual mientras me acerco.a la esquina. ¿Cómo estará todo?. Seguirá en el mismo sitio la tapa de alcantarilla que nos servía de home play?, ¿y la mata de almendras diana de nuestras certeras pedradas?. No me lo puedo creer, estoy aquí y ahí está, nada más y nada menos que mi esquina.
Apenas giro un hombre de apenas cincuenta centímetros pasa por mi lado y se detiene. Me habla con una voz profunda: – ¡Caray!, ¿tú aquí?. ¡Vamos, coño!, ¡no conoces ni a tu primo?-. Le miro detenidamente y no doy crédito a mis ojos, es realmente mi primo Tony pero no puedo explicarme la reducción, medía 1.95 mtos cuando se fue en una balsa para Miami y desapareció. Observo que por debajo del dobladillo de los pequeños pantalones sobresalen dos fémures desgarrados que a fuerza de soportar el resto del cuerpo se han ido puliendo. En ese momento se gira hasta ponerse de frente y puedo apreciar la ausencia de su hemicara izquierda. Intento explicarme lo que estoy viendo pero no puedo, sencillamente estoy en medio de una tormenta afectiva, alegría, terror, gozo, pavor y estupefacción se apoderan de mí dejándome helado.
– ¿Qué pasa compadre?, dame un abrazo- me espeta con una voz gutural pues le falta parte de la lengua.